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dijous, 22 de març del 2012

INTRODUCCIÓN

Una realidad con la que se encuentran diariamente padres y profesionales de la educación es la presencia, en casa o en el aula, de alteraciones de conducta que interfieren seriamente en el proceso de desarrollo cognitivo y social, y por tanto de aprendizaje.

Dichos comportamientos aumentan no sólo el aislamiento social del niño sino también la crispación y la frustración de los que le rodean. El ser humano es considerado como una unidad biopsicosocial, capaz de generar una gran variedad de conductas, que van a ser el resultado de la interacción entre el sujeto y el medio.

Los padres y profesionales de la educación se centran en cómo poder modificar las rabietas, las conductas autoestimuladas,  en definitiva las conductas desorganizadoras que presentan nuestros alumnos con discapacidad intelectual. De forma recurrente, dicha consulta suele derivar hacia la aplicación de una serie de técnicas dirigidas a eliminar tales comportamientos, que lejos de ser incorrectas, son incompletas si no se tienen en cuenta otros aspectos y técnicas, como la prevención y la creación de nuevas conductas, sin las cuales dicho tratamiento sería inútil.

En las siguientes páginas intentaremos dar respuesta a las siguientes preguntas tan usuales:

¿Por qué las personas con discapacidad intelectual y trastornos mentales presentan con tanta frecuencia problemas de conducta? ¿Por qué a veces aparecen de forma imprevisible? ¿Por qué pueden ser tan graves? ¿Cómo aprenden estas conductas? ¿Por qué presentan "explosiones" cuando se les niegan o retrasan sus peticiones? ¿Por qué no pueden controlarlas?

Éstas y otras preguntas son algunas de las que solemos hacernos frente a comportamientos que no entendemos y que nos muestran la realidad de nuestra profesión.


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